jueves, 21 de agosto de 2008

Bangkok

Llevo una semana y media en Bangkok. En realidad, casi no he salido de la calle Sukhumvit, unos de los centros más bulliciosos de la capital tailandesa. Repleta de puestos ambulantes de películas y ropa piratas, comida tailandesa, árabe y chulos. Esos chulos de "princesas de salario y esquina", como diría el cantautor Joaquín Sabina.

Aunque en esta parte del país se practica la caza al turista o al extranjero (no distinguen si vienes a trabajar o a qué otros menesteres te traen por aquí), la mayoría de los tailandeses te reciben con una hospitalidad exquisita. Sus modales y sonrisas son cautivadores, incluso en el ambiente de Sukhumvit, donde el turismo sexual se palpa en el aire.

Mi piso se encuentra en una bocacalle, a las que llaman Soi, de esta arteria de la ciudad. Incluso desde un piso 17 puedo sentir la contaminación atmosférica y acústica de las obras y el tráfico. Todo se me olvida con el fragante olor de las sopas tailandesas, con su variedad de ingredientes y especias. Un poco picante, mejor.

La prostitución... No es como uno la imagina en España, por ejemplo. Es, como diría, más apta para todos los públicos. Quizá porque se trata de una profesión casi institucionalizada en el país. Me pregunto si la abolición de la poligamia a principios de siglo tiene algo que ver...
Lo cierto es que en el Barrio Rojo de Bangkok, la clientela es japonesa, coreana, estadounidense, australiana y europea en su mayoría.

El otro día viví anécdota graciosa con una transexual. Andaba yo por la calle, cerca del albergue donde me alojaba. Era de noche y la vía estaba oscura. Se veían pocos transeúntes. Se me acerca una chica gordita y me dice:

-Psss. ¿Cómo estas?- y me agarra del brazo.

-No gracias

-¿Por qué?

-Soy gay y estoy comprometido- le dije para que me dejara tranquilo.

Fue la clave. Entonces ella, loca de contenta, comenzó a decir a voces, presa de la emoción, con marcado acento tailandés (como un chino más musical):

-¡I have cock, I have cock!. I can fuck you- empezó a gritar repetidamente como un loro, mientras me perseguía loca de contenta.

Una traducción libre y descafeinada sería: "¡Tengo pene, tengo pene. Te puedo sodomizar!"

Por suerte, se cansó pronto de seguirme y se marchó. Juro que era imposible saber que era un transexual. Parecía una chica gordita como otra cualquiera.

El quinto día me lo tomé de descanso y fui a visitar el Gran Palacio Real y el Templo del Buda Esmeralda. Ahí van algunas foticos:



Vista del Gran Palacio Real en la capital de Tailandia


El gran demonio custodia una de las salidas del palacio




Detalle ornamental y guardián del altar en segundo plano



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