miércoles, 23 de septiembre de 2009

La venganza del monje británico

En un templo tailandés, me encontré con un monje budista de origen británico. Le pregunté por su antigua religión cristiana y me respondió:

"Esta teoría no está muy aceptada entre los escolares budistas, pero yo pienso que el Dios cristiano puede creer que él creó el Universo, pero simplemente está equivocado. Hay muchos universos, en los que existen hombres y dioses. La idea de alma es ingenua y absurda. Los seres humanos y los animales poseemos un espíritu que es autónomo, pero que tras la muerte se puede reencarnar en otro ser distinto o en varios. Buda nos legó una verdad universal tanto para las personas como para los dioses. Los tres pilares básicos consisten en: Evitar el mal, hacer el bien y purificarse uno mismo mediante la meditación. Nadie puede enseñarte esto. Tienes que experimentarlo tú mismo".

Quizá se trate de una venganza contra todos los occidentales que alguna vez han ridiculizado a las otras religiones asiáticas (la cristiana también lo es).

El cementerio de esculturas

-¿Qué ves aquí? -le pregunté a mi amigo.
-Una figurita de plástico que se ilumina -me contestó.
-¡Sacrilegio!. Esta figura representa a un monje budista muy venerado en Tailandia. Varias personas me aseguraron que tenía mucha suerte por tener una pieza tan rara. Parece increíble, pero es cierto. Tómala. Aquí está el interruptor. Funciona a pilas -le pasé la figura y mi amigo la dejó caer por accidente, cercenándole la cabeza.

No me gustan las disculpas excesivas. El bochorno de mi amigo y su novia era tal que terminaron contagiándome su sonrisa nerviosa. Y al final, terminé sintiéndome culpable por no haber tratado con respeto a la imagen del monje, dando lugar a esta situación embarazosa. Tanto revuelo por una muñeco de plástico de cinco centímetros como un juguete me ofendió un poco. Sonaba a cachondeo. Incómodo por la situación, intenté explicarles que, aunque los tailandeses veneran las figuras de budas y monjes como amuletos mágico-religiosos, para mí no dejan de ser representaciones inertes. Pronto nos olvidamos del asunto. No recuerdo la conversación que siguió al incidente. La turbación también desapareció repentinamente y mis amigos se fueron en paz.

La figur
a siguió presidiendo el rincón mágico-budista que tengo en una balda de la estantería. Es un altar extraño, con cierto aire a puesto una feria: con dos sonrientes caretas de fantasma, un paño con un encantamiento inscrito, agua bendita y algunos pequeños objetos de utilidad desconocida.


Mi monje descabezado

Aunque me sentían un poco culpable, no me disgustaba la figura del monje descabezada. Le daba un aire cl
ásico, como las esculturas griegas o romanas. Sin embargo, una amiga tailandesa no hacía más que advertirme sobre el mal augurio que podía sobrevenirme por tener una escultura rota. Al final accedí a llevar mi monje al templo Pak Nam, muy cerca de Bangkok.

En el recinto religioso, familias de tailandeses se postraban delante de las figuras doradas de buda, un tant
o ebrios por el intenso olor del incienso y los cirios. Me sorprende el valor que le conceden a las figuras, amuletos y cualquier intermediario con el más allá. Me pregunto si, con tantos árboles (objetos mágicos), no perderán de vista al bosque (Buda o el Nirvana o lo que vean tras la muerte).


Familia recibe la bendición de un monje budista

Mi
amiga trajo dos diosas chinas de porcelana a las que se le habían quebrado las alas. Una monja, rapada y vestida de blanco, nos bendijo al tiempo que nosotros recitábamos de rodillas unas oraciones en pali. Tras despedirnos de nuestros maltrechos muñecos, se los entregamos a la monja. Le pregunté qué iba a ser de mi pequeña efigie, ¿la tirarían a la basura o la enterrarían?. "Guardamos las figuras en un almacén fuera de Bangkok", me dijo. ¡Mariela!, me quedé sin ver el cementerio de esculturas.

Como digo, no creo en las absurdas historias supersticiosas de los tailandeses sobre fantasmas. Pero me intriga un poco la cabeza de mi monje. No la encuentro y me estremece un tanto la idea de que esté acechando en cualquier oscuro rincón de mi salón.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Beso de elefante

Menores violadas por "fantasmas" en Malasia

Notica siniestramente cómica recogida por la Agencia EFE:

Las 300 familias de un pueblo del norte de Malasia están desconcertadas y atemorizadas después de que varias menores acusaran a un "orang minyak", uno de los fantasmas de la cultura malaya y cuya traducción literal es hombre aceitoso, de haberlas violado o manoseado, informó hoy la prensa nacional.

Fatihman, de 42, relató que el lunes pasado se despertó alrededor de las 5 de la mañana y halló a sus dos hijas llorando porque decían que una sombra oscura estaba abusando de ellas, según el diario "Kosmo".

La hija mayor, de 15 años, aseguró a la madre que había sido violada por un "orang minyak".

En otra casa de la misma población de Sungai Petani, en el estado de Kedah, Nurshahirah, de 17 años, también se despertó el lunes, sobre las 5.40, con una sensación de calor en su oreja izquierda.

"Abrí los ojos y descubrí una aparición con pelo rizado y un gran bigote de pie cerca de mi cama. Lo peor fue cuando el fantasma se quitó el kain pelika (falda tradicional malaya de los hombres) y empezó a acariciarse", dijo la joven.

No es la primera vez que supuestos espíritus pederastas abusan de menores en Malasia.

Hace dos años, un joven desnudo y embadurnado completamente con aceite fue detenido cuando se encontraba a puntos de cometer una violación.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Birmania: voluntarios y misioneros en primera línea de guerra


Recién cumplidos los 19 años, M. decidió hacer un voluntariado, pero no uno cualquiera. Su trabajo consiste en asistir a las víctimas de la olvidada guerra de Birmania; no las que se encuentran en lejanos campos de refugiados sino en primera línea de fuego. Acosados por enfermedades tropicales, minas antipersona y soldados birmanos, los voluntarios de Free Burma Rangers (FBR) llevan medicinas y religión a las minorías étnicas de Birmania, también conocida como Myanmar.


"Fue mi padre quien me habló de este voluntariado. No sabía qué estudiar, así que me vine para realizar un trabajo que requiere coraje, conocimiento y amor. Llevamos medicinas y esperanza a las minorías étnicas que huyen de los ataques del Ejército Birmano", me contó M., que pronto cumplirá su décimo mes como voluntaria. M. es rubia, esbelta y de cristalinos ojos azules. La primera vez que la vi, la carne tersa y nívea de sus largas piernas captaron mi atención, sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo. Su belleza no quita un ápice a su fuerza física. Estos voluntarios entrenan duramente. En Birmania, tienen que atravesar intrincadas junglas y ríos por abruptas montañas. Caminan largas horas cargados con veinte kilos de medicinas, comida y otros materiales a la espalda para los desplazados.

Foto cedida por FBR

Madre e hijos se resguardan de la lluvia mientras se ocultan en la jungla del Ejército birmano

Casi la totalidad de los voluntarios de FBR pertenecen a algunos de los grupos étnicos arraigadas en la periferia de Birmania: shan, karenni, karen, arakan, lahu, pa'o etc. Durante los años 80 y 90, la junta militar firmó un acuerdo de alto el fuego con la mayoría. No quiere decir que no se produzcan escaramuzas eventuales. La guerrilla wa, y sectores de otras etnias, aprovecharon este cese de hostilidades para financiarse con el tráfico de opio y metaanfetaminas. Esto no ocurre tanto entre los karen, quienes llevan alzados en armas contra el Ejército desde 1948, más de una década antes de que el general Ne Win pronunciase un golpe de Estado contra la democracia birmana.


Alguno podría objetar que en los militares birmanos libran una guerra, no menos injusta o violenta que otra cualquiera. El problema es que la mayoría de las víctimas no se producen durante los combates. Los soldados birmanos suelen quemar las cosechas y las casas y, antes de irse, dejan el poblado plagado de minas antipersona. La violación sistemática es utilizada para aterrorizar a los locales. Muchos hombres son forzados a trabajar como porteadores y, ocasionalmente, se convierten en detectores humanos de minas.

Foto cedida por FBR

Sonrisa: ¿bendita ignorancia o esperanza?

Las misiones de FBR en el interior de la selva birmana duran entre uno y dos meses, en los que curan a las víctimas de disparos o enfermedades. Una de las labores más duras es amputar los miembros de quienes han pisado sobre una mina antipersona, una traicionera bomba que hiere o mata indiscriminadamente a 1.500 personas todos los años en Birmania. Pero la labor de estos voluntarios no ayudar desde el exterior, sino organizar grupos locales de médicos, profesores y misioneros. La religión -en este caso la cristiana protestante- es un factor relevante, si bien su ayuda va dirigida a cualquier persona, "sea cual sea su confesión".


La mayoría de los birmanos, incluidas las minorías étnicas, son budistas o animistas, pero los misioneros británicos -antiguos colonizadores- y norteamericanos consiguieron convertir en el siglo veinte a cientos de personas, sobre todo entre las etnias karen y shan. Recuerdo la descripción que hacía Mario Vargas Llosa de un misionero audaz que se aventuró en lejanas y salvajes tierras para ganar almas cristianas: "parecía uno de esos personajes faulkerianos de una sola idea, testarudez intrépida y alarmante heroísmo". Puedo afirmar que los voluntarios a los que yo conocí no me parecieron seres desaprensivos y obsesionados con la fe. En todo caso, lo justo para ayudar a víctimas olvidadas durante décadas. Su celo cristiano era un tanto abrumador, pero más adaptado al siglo XXI. Es decir, con mayor respeto por las culturas locales.

Foto cedida por FBR

Madre karen huye de los soldados birmanos con sus hijos a cuestas

El líder de FBR me contó que, en ocasiones, ha viajado con su familia a la selva birmana. "Si ellos viven allí con sus familias, yo también". Aunque tienen que vivir en improvisados campamentos, sorprende escuchar el grado de normalidad de los desplazados internos. "Tienen sus escuelas, iglesias, construyen casas, improvisan cosechas en la selva y hasta organizan fiestas con música". Incluso en un ambiente tan hostil, la sonrisa es casi imborrable en los rostros de las víctimas de la guerra birmana. FBR tiene instrucciones de evitar el Ejército, pero no de huir si las víctimas no pueden escapar con ellos.

La guerra de Birmania ha sido documentada en libros y artículos periodísticos en infinidad de ocasiones. Los periodistas en contacto con Birmania están hartos de escuchar historias de batallas. Pero la ignorancia es casi absoluta en el resto del mundo. Quizá algunos conozcan a la Nobel de la Paz y líder democrática, la birmana Aung San Suu Kyi. A ella se han referido primeros ministros y presidentes, pero las minorías étnicas no aparecen en los periódicos ni por un error informático.


sábado, 12 de septiembre de 2009

Guerras privadas

En febrero de 2007, la Associated Press cifró el número de contratistas en Irak en 120.000, casi el equivalente al número de soldados estadounidenses. En escala, este tipo de guerra privatizada ya supera a Naciones Unidas. El presupuesto de la ONU para mantener la paz en 2006-2007 fue de 5.250 millones de dólares, menos de un cuarto de los 20.000 millones que se embolsó Halliburton en contratos en Irak. Según las últimas estimaciones, sólo la industria mercenaria se lleva 4.000 millones de dólares.

Así, mientras la reconstrucción de Irak fue todo un fracaso para los iraquíes y los contribuyentes norteamericanos, no podemos decir lo mismo sobre el complejo del capitalismo del desastre. La guerra en Irak, que se hizo posible a raíz de los ataques del 11 de septiembre, representa nada menos que el nacimiento violento de una nueva economía. Aquí radicaba la genialidad del plan de "transformación" de (Donald) Rumsfeld: dado que todos los aspectos de destrucción y reconstrucción se han subcontratado y privatizado, se produce un auge económico cuando las bombas empiezan a caer, cuando ya no caen y cuando vuelven a caer de nuevo (un lucrativo círculo cerrado de destrucción y reconstrucción, de arrasar y volver a edificar). Para las empresas avispadas y con visión de futuro, como Halliburton y el Carlyle Group, los destructores y los reconstructores son visiones distintas de las mismas corporaciones.

("La doctrina del shock: El auge del capitalismo del desastre", Naomi Klein)