viernes, 3 de abril de 2009

El soldado

Los soldados bostezan de aburrimiento en la manifestación antigubernamental celebrada el centro de Bangkok. En los ratos de descanso, se les puede ver aletargados bajo la sombra de un árbol. "Me aburro", fue lo que me respondió uno cuando le pregunté qué sentía por las protestas multitudinarias.
El muchacho, de 22 años, ingresó en el Ejército hace dos para cumplir con el servicio militar. En Tailandia se realiza por sorteo. Si sacas la tarjeta roja, a los barracones; si sacas la negra, te libras. Ahora quiere hacer carrera en la fuerza naval.
Unos 6.000 soldados y policía acampan en el interior de la sede del Gobierno de Tailandia para evitar que lo invadan los manifestantes, apostados en las calles adyacentes. Los discursos políticos y la música se escucha a todas horas. Los que protestan son conocidos como los "camisetas rojas".
Solamente escudos. No veo armas, ni siquiera gases lacrimógenos o porras en el interior del recinto gubernamental. El soldado me mira con un interrogante cuando le pregunto: "¿Cómo vais a hacer frente a la muchedumbre si se torna violenta?".
Parece mentira que estos chicos imberbes puedan transformarse en máquinas de apalear e incluso matar a civiles, si así lo ordenan sus superiores. "Son como robots", me comenta uno que se define como la "Tercera Tailandia".
Las empresas japonesas Honda y Shimadzu presentaron hace poco un artilugio que permite al ser humano dictar órdenes a un robot con el pensamiento. ¿Llegarán a hacer lo mismo con los soldados o esperarán a sustituir a éstos por máquinas?
"A mí, y a otras millones de personas, sólo nos importan nuestras deudas con el banco", me insiste el de la tercera vía.
Tailandia está profundamente dividida entre una minoría educada, monárquica y conservadora, conocidos como los "camisetas amarillas", y otra minoría -más numerosa, en todo caso- procedente de las clases sociales más bajas y de las zonas rurales. Éstos son los "camisetas rojas". Gran parte de los rojos son seguidores del ex primer ministro Thaksin Shinawatra, que fue depuesto por los militares en 2006 cuando se encontraba fuera del país.
"Yo lo único que sé es que tanto el Rey y Thaksin son millonarios. Nosotros seguimos siendo pobres", subraya mi inesperado guía, que no se despega de mí..
Por suerte, la crispación política y social no ha llevado a los baños de sangre que padeció este país en 1973, 1976 y 1992. Los soldados pueden pasar de la afabilidad a la brutalidad marcial de forma fulminante.

Mientras en España celebrábamos los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla en el año 92, Tailandia vivía una de las represiones más sangrientas de su historia moderna:



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