viernes, 20 de marzo de 2009

El tigre se jubila

Cuento de la tradición oral laosiana:

Hace mucho tiempo había un precioso bosque con árboles altos, ríos anchos y una jungla espesa habitada por todo tipo de animales. Había cocodrilos, osos, ciervos, conejos, ardillas, pájaros y serpientes. Y el rey de todos estos animales era, por supuesto, el tigre.
Una tarde el tigre estaba descansando bajo la sombra de un alto árbol. De pronto, vio a un ciervo pasar corriendo.
El tigre sonrió. "Ahí va mi cena".
El tigre saltó y corrió detrás de su presa.
Normalmente, los tigres pueden cazar a los ciervos. Pero los tigres viejos no son tan rápidos. Los tigres viejos pierden velocidad. El corrió y corrió y pero el ciervo corrió y corrió también. El tigre estaba cansado. No podía alcanzar al ciervo. Era demasiado veloz. "Olvídalo", se dijo el tigre. "¡Abandono!".
El tigre convocó una reunión de todos los animales. "Como todos sabéis, yo soy el rey de la jungla. He sido un buen rey. Por supuesto, me he comido a algunos de vuestros parientes, pero debo comer. ¿No comen ratones las serpientes? ¿No comen monos los cocodrilos? ¿NO tengo razón?".
"Sí, sí, tienes toda la razón", respondieron todos los animales al tiempo que asentían con la cabeza.
"No como demasiado", continuó el tigre, "quizás un delicioso cervatillo para cenar o una serpiente como aperitivo. ¡Oh! Lo olvidé. Los tigres no comen serpientes". El tigre se lamió el hocico, mientras el ciervo y la serpiente se escondían detrás de un árbol.
"Lo siento mucho. No pretendí asustaros... No convoqué esta reunión para comeros. Os llamé para contaros algo importante. Me estoy haciendo viejo. Mis ojos no son muy buenos. No puedo ver muy bien. Mis oídos no son muy buenos. No puedo oír muy bien. Mis piernas no son muy buenas. No puedo correr muy bien. Me retiro. Voy a jubilarme. Voy a meterme en una cueva para meditar. Por favor, amigos, no me molestéis. No turbéis mi paz. Pero si tenéis alguna disputa y no podéis solucionarla, entonces venid a mi. Mis ojos no son muy buenos, mis oreja no son buenas, mis piernas no son buenas, pero mi mente es todavía muy buena. Puedo ser todavía un buen juez. Ahora, adiós mis queridos amigos".
Y el tigre se giró y anduvo lentamente hacia la cueva. Los animales lo observaron. "Adiós, Rey Tigre, Te echaremos de menos", dijeron.
Pero, tan pronto como el tigre entró en la cueva y perdieron de vista su cola, todos los animales gritaron de júbilo y rieron, bailaron y cantaron.
En aquel bosque vivía un conejo. El conejo vivía en una acogedor y templado agujero en un precioso árbol. Un día, el conejo salió de su agujero para buscar algunas zanahorias que comerse.
Unos pocos minutos más tarde, una perdiz se posó volando sobre el árbol. Las perdices son un pájaro pequeño que vive en los árboles.
"Qué lindo pequeño agujero hay en este árbol", afirmó la perdiz. "Parece un lugar muy cómodo para vivir".
La perdiz saltó al interior del agujero.
"Es un bonito agujero, muy confortable. Viviré aquí". Y la perdiz se echó y cayó dormida en el confortable agujero en el encantador árbol.
Pronto, el conejo volvió al árbol y encontró a la perdiz durmiendo en el agujero. "¡Sal de ahí!, gritó el conejo. "¡Sal de mi casa!".
"Esta es mi casa ahora", dijo la perdiz. "Yo vivo aquí ahora".
"Es mi casa", contestó el conejo. "¡Ahora, sal!".
"No, ésta es mi casa", repitió la perdiz, "¡sal tú de aquí!".
"Es mi casa", dijo el conejo.
"Es mi casa", replicó la perdiz.
La perdiz y el conejo discutieron, discutieron y discutieron.
"Estoy intentando dormir", se quejó el mono. "¿A qué viene tanto ruido?".
"Salí a buscar algunas zanahorias y esta perdiz se mudó a mi casa", dijo el conejo.
"Es mi casa ahora", insistió la perdiz. "No veo ninguna señal que diga: 'Casa del Conejo'".
"Si tenéis una disputa, debéis ir a ver al viejo tigre en la cueva. Él decidirá. Es viejo pero conserva una mente clara. Id a verle", dijo el mono.
El conejo y la perdiz subieron a la cueva.
"Perdone, Rey Tigre", afirmó el conejo, "tenemos un problema, ¿nos puede ayudar?".
"Por supuesto", dijo el tigre con una gran sonrisa. "Estoy aquí para ayudaros. ¿Qué puedo hacer por vosotros?".
"Bueno", dijo el conejo. "Yo vivo en un agujero en un árbol. Dejé mi agujero para buscar algunas zanahorias. Sabe que a los conejos nos gusta mucho las zanahorias. ¡Volví a mi casa y encontré a esta perdiz allí dentro!".
"¡Es mi casa ahora!", replicó la perdiz. "Estoy viviendo en esa casa".
"Se trata de un caso muy interesante. Creo que puedo decidir sobre el problema. Ven aquí, perdiz, permíteme contarte mi decisión", dijo el tigre.
Y la perdiz se acercó donde estaba el tigre. El tigre agarró a la perdiz con sus garras y abrió ampliamente su boca.
¡Cranch, cranch, cranch!
"Gracias", dijo el conejo, "ahora puedo vivir en mi agujero".
"Por supuesto, tienes razón", señaló el tigre. "Tú vivías en el agujero antes de que llegara la perdiz. Ya no tienes que preocuparte por ella nunca más. Ahora ven y dame la mano". El conejo dio la mano al tigre. Entonces, el tigre agarró al conejo y abrió ampliamente sus fauces.
¡Cranch, cranch, cranch!
El tigre se comió al conejo.
"Estaba delicioso", dijo el tigre. "Espero que haya más discusiones en la selva".

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