jueves, 27 de noviembre de 2008

El amigo americano en Tailandia

Allí estaba él, un caucásico oriundo de la gran potencia mundial mano a mano con los manifestantes atrincherados en el aeropuerto de Bangkok. "He perdido mi avión, pero no me importa. Éstos luchan por sus derechos y contra la corrupción y yo me he unido a ellos", me dijo Joe Gibney, un ex veterano de la Guerra de Vietnam que, tras trabajar unos años en aerolíneas de su país, se ha metido a profesor de inglés en China.



"Si hubiera más gente con el coraje de los manifestantes tailandeses, los Gobiernos no se saldrían con la suya cuando actúan deshonestamente", me dijo Gibney, quien llevaba un pañuelo amarillo, el color de las protestas antigubernamentales en Tailandia, en la gorra, otro en el cuello y hasta un collar budista (recordemos, la religión mayoritaria en este país).
Después de tanta mala prensa en los medios occidentales, a los manifestantes les hizo mucha gracia encontrarse con un acérrimo simpatizante del otro lado del Pacífico.
Quizá cuando la Policía carge contra los manifestantes para dispersarlos del aeropuerto internacional de Bangkok, a mi amigo americano ya no le hagan tanta gracia las protestas. O igual el Ejército da un golpe de Estado, como pretenden los dirigentes del movimiento, y Joe podrá participar de la alegría de los manifestantes.
Los seguidores de la Alianza del Pueblo para la Democracia (APD) iniciaron las protesas el pasado mayo y, tres meses más tarde, ocuparon la sede del Gobierno en Bangkok. La crisis ha provocado ya varios muertos y cientos de heridos. Miles de turistas están atrapados en Bangkok por la cancelación de los vuelos. La economía se está resintiendo.
¿Por qué? La Alianza quiere expulsar al Ejecutivo porque lo consideran corrupto y un títere del ex primer ministro Thaksin Shinawatra, depuesto mediante un golpe de Estado en 2006. La asonada fue perpetrada por los militares tras meses de manifestaciones de la APD, formada por la élite conservadora. Eso quieren, que la historia se repita y formar un Gobierno mejor..., para ellos.
Pd: Tienen razón los manifestantes en que Thaksin está acusado de varios delitos de corrupción y que utilizó el poder para forrarse.

El hambre de las semillas inteligentes


El pueblo igorot ha sobrevivdo durante generaciones gracias a su habilidad de arar campos de arroz sobre terrazas en el norte de Filipinas. Incluso durante los duros años de la Segunda Guerra Mundial y en la crisis del arroz hacia los años 70, los igorot no padecieron la falta de alimentos gracias a sus campos de cultivo.
Sin embargo, esta relativa autosuficiencia peligra por la llamada "agricultura moderna". El Gobierno filipino lleva años introduciendo variedades de semillas más productivas, modificadas genéticamente, así como fertilizantes y pesticidas. Estas semillas inteligentes han acabado con las variedades autóctonas de muchos lugares, lo que supone una pérdida inconmensurable para el ecosistema.
Por otra parte, las plantas transgénicas no se pueden reproducir. Son creadas con esta "discapacidad" en los laboratorios de las multinacionales por dos razones. La primera es que no quieren que alguien se dedique a producir gratis las semillas que tantas horas investigación e inversión les ha costado; la segunda es que si estas especies alteradas genéticamente se extendieran, los efectos serían impredecibles.
En cada cosecha, los igorot tienen que adquirir las "semillas inteligentes", los fertilizantes y los pesticidas. Así es como han dejado de ser autosuficientes y depender de empresas radicadas a miles de kilómetros. Ya saben, la investigación científica al servicio del ser humano.




Un campesino ara un campo de arroz en un lugar paradisíaco al sur de Filipinas

martes, 11 de noviembre de 2008

La niña de la foto






"Soy la niña que corría para escapar del fuego del napalm. No quiero hablar de la guerra porque no puedo cambiar la historia. Sólo quiero que recordéis la tragedia de la guerra para que dejéis de luchar y mataros en todo el mundo. He sufrido mucho de dolores psicológicos y físicos. A veces pensé que no sobreviviría, pero Dios me salvó y me concedió fe y esperanza. Incluso si pudiera hablar con el piloto que dejó caer las bombas, le diría que no podemos cambiar la historia, pero que podemos hacer muchas cosas para promover la paz en el presente y en el futuro".


El nombre de la niña que corre en la fotografía es Kim Phuc. En 1972, un avión estadounidense bombardeó por error su aldea, cerca de la antigua Saigón. Kim sufrió quemaduras de tercer grado en el 35 por ciento de su cuerpo y tuvo que pasar ingresada 14 meses en un hospital. Sobrevivió casi por milagro a las terribles heridas del napalm, que son las bombas incendiarias. Tras la guerra de Vietnam, pasó penurias económicas y fue utilizada por el régimen comunista como un medio de propaganda. Hasta el final, Kim tuvo siempre presente dos cosas: que perdonaba a los que la quemaron viva y que lucharía para evitar las guerras del futuro.

No hemos aprendido nada. Ahora la situación es peor. Porque la brutalidad de la guerra queda oculta en las asépticas imágenes de la CNN filtradas por el Pentágono. Aunque, no lo dudéis, todos los días amanecen con decenas de Kim Phuc.



"y sentía que un alarido infinito penetraba toda la naturaleza" (Edvard Munch, 1893)

¿Cuando descubriste que la tierra es plana?

Ésta es la pregunta que Thoma L. Friedman realizaba a sus interlocutores mientras investigaba para su libro "La tierra es plana". En esta obra, el veterano periodista estadounidense expone los cambio geopolíticos, sociológicos y, sobre todo, tecnológicos que han llevado a la convergencia global de la economía, así como sus implicaciones sicológicas y políticas.

Yo ya entendía el concepto, pero no fue hasta hace poco que me encontré de bruces con un claro ejemplo de cómo se han desdibujado las fronteras entre los países. Compré un billete de avión en Bangkok para visitar a mi familia en España la próxima Navidad. Navegué en Internet desde la capital de Tailandia para buscar ofertas. Al encontrar el mejor precio disponible, pagué con una tarjeta de débito de un banco español.


El trayecto Bangkok-Málaga, con trasbordos en Amsterdam y Madrid, lo realizo a bordo de un avión de la aerolínea holandesa KLM. Desde Málaga hasta Bangkok, con escala en París, vuelo con Air France. Lo gracioso fue cuando consulté el comprobante de banco en Internet. El domicilio fiscal de la compañía que emitió los billetes se encuentra en Atlanta (EE.UU.). Efectivamente, donde se celebraron los Juegos Olímpicos de 1996.


La globalización o "la caída de las barreras y la convergencia global", como diría Friedman, me ha permitido comprar un billete desde Bangkok a una empresa de Estados Unidos para volar con dos aerolíneas de Holanda y Francia. Cómodamente sentado delante del portátil en mi cuarto-despacho.


Si queréis saber qué ha hecho posible esta transacción simultánea e internacional, incluso las desventajas de esta forma de progreso, leed el libro.





martes, 4 de noviembre de 2008

Viñetas descojonantes sobre Tailandia

Omar Montenegro es todo un artista. Me advirtió de que sus viñetas sobre la cotidianeidad tailandesa resultaban algo depresivas, pero yo me he reído como una loca con su humor negro. Para quien quiera asomarse a la página negra de este exótico país del Sudeste Asiático, pasen y vean: http://www.omarmontenegro.com/cartoons.html (mas son en inglés, ché)

lunes, 3 de noviembre de 2008

Mujeres jirafa y zoologicos humanos



Las "mujeres jirafa" son uno de los principales reclamos turísticos de Chiang Mai, una provincia del norte de Tailandia situada a cientos de kilómetros de las concurridas playas y la bulliciosa Bangkok. Se han escrito muchas páginas en la prensa sobre la explotación turística a la que se somete a estas mujeres, conocidas popularmente como "jirafa" por llevar llevar unos anillos que le alargan el cuello hasta los veinte o treinta centímetros. Sus poblados, según advierten las organizaciones humanitarias, se han convertido en verdaderos zoológicos humanos.
No obstante, la mayoría de ellas se siente bien con la posibilidad de obtener ingresos con el turismo. Supongo que viven con resignación el voyeurismo de los turistas, pero su situación como refugiados en Tailandia no les deja muchas alternativas.

Las "mujeres jirafa" pertenecen a la etnia padaung o kayan, una tribu perteneciente a la etnia karenni que huyó hace casi dos décadas de Birmania a causa de la represión que padecían por el régimen militar de aquel país. El Gobierno tailandés les concedió tierras para asentarse, pero carecen de documentos legales que les permitan trabajar en Tailandia. También han tenido que abandonar el cultivo de arroz, su principal actividad económica en su país de origen, porque carecen de terreno.

Ma Luank, una chica padaung de 25 años y con dos hijos, me contó que no le importan que le tomen fotos y que se sentía feliz con su vida en Tailandia. "Con las figuras y los pañuelos que vendo puedo vivir bien aquí, en Birmanía había mucha pobreza", explicó.

En verdad, a diferencia de otros poblados de refugiados de minorías étnicas, los padaung viven en condiciones decentes, con cabañas amplias y de aspecto saneado.
Llegué a su poblado acompañado de mi madre, mi hermana y una pareja de reciéncasados. Estos mostraron sus reparos a visitar el poblado por respeto a la dignidad de los que alli viven; mi familia se lanzó a la compra indiscriminada de pañuelos y yo comencé a hacer fotos y hablar con ellas. El guía me sirvió de intérprete.

Las niñas padaung comienzan a ponerse los aros de cobre a los cinco o siete años de edad. Es un proceso largo y doloroso. Su finalidad es meramente estética, aunque en Tailandia se ha convertido en una forma de reforzar su identidad cultural. Algunos cuentan que esta costumbre nació como una defensa contra el ataque de los tigres, que también temerían el brillo del cobre. No es cierto que pueden morir si se quitan los aros, pero sí necesitan rehabilitación para recuperar la fuerza de los músculos del cuello.

El alargamiento del cuello mediante anillos también lo practican las mujeres de la tribu karen, otra minoría étnica de Birmania. En su caso, la leyenda dice que, cuando su pueblos fue expulsado de lo que ahora es Tailandia, una princesa se colocó los aros al cuello y prometió que no se los quitaría hasta que recuperaran la tierra perdida. Desde entonces, todas las chicas nacidas en miércoles de luna llena, deberían seguir la tradición. El caso es que algunos han vuelto a sus tierras ancestrales, aunque en calidad de refugiados, que no sé si cuenta en estos casos.
La explotación turística de las "mujeres jirafa" es para algunos un mal menor que les sirve para vivir mejor que otros refugiados, para otros un intolerable abuso por parte de los tailandeses y los turistas del primer mundo. La respuesta no es fácil y, tras hablar con ellos, resultan incluso más difícil juzgar su situación.
Ellas, las únicas que hablan con el turista, parece que prefieren la indignidad y el limbo jurídico en Tailandia a la inseguridad en Birmania.

La casa de los horrores

Me ha llegado la noticia de que me califican vago porque llevo mucho tiempo sin escribir. Pues aquí os mando, en venganza, una sanginaria historia de terror... En el corazón de Bangkok, junto al mítico río Chao Praya, se encuentra un verdadero museo de los horrores. No se trata de figuras de cera, son reales. Como tú y yo, sólo que sin vida,. El guapo de la foto de abajo es el cadáver embalsamado de un hombre descarriado que violó a decenas de mujeres. La foto no es muy buena, pero si lo viérais en persona, hasta os parecería un pobre diablo, que diría: "¿Cómo he terminado así?".


Asesino en su caja
Fetos deformes, cadáveres momificados de asesinos y órganos conservados en formol son algunas de las piezas que se exhiben en este museo forense, en el Hospital Siriraj de Bangkok. Las imágenes y los cuerpos son suficientemente terroríficos, pero las historias que esconden resultan todavía más pavorosas. Así es el caso de Si-Oui, un psicópata de origen chino que disfrutaba asesinando infantes a los que luego se comía.
Al entrar en el museo y ver las figuras que exponían me dio un escalofrío. Un niño, en brazos de su padre, no paraba de berrear ante las esperpénticas y macabros cadáveres de niños y momias que parecía que iban a echar a andar de un momento a otro.
Como no podía ser de otra manera, al preguntar en la recepción si me dejaban tomar fotos, me respondieron que no. En esta tesitura, tuve que obviar los principios deontológicos (una forma esotérica de llamar a la ética) y hacer las fotos de manera furtiva. Una visitante me advirtió de que no podían tomarse fotos... Le dije que yo era periodista y que contaba con autorización. Por la cara que me puso, deduje que no me había creído y me marché diligentemente del siniestro museo, sin tiempo de despedirme de sus ilustres huéspedes.
Ahora, tras varias semanas de aquella visita, me pregunto por qué estaban tan risueños los trabajadores del centro. ¿Se trata simplemente de la imperturbable sonrisa tailandesa o quizá son sádicos necrófilos con el trabajo ideal? Todo un misterio.
Abajo, las imágenes muestran a una familia feliz (o así lo imagino yo), con miembros y/o miembras (que dirían las feministas) de todos los tamaños. ¿No parecen que hablan animadamente entre sí? Una estampa entrañable de la familia perfecta. Para la última foto, pensé en colgar la de un feto/niño bicéfalo, pero no he querido herir sensibilidades y me he decidido por el portento superdotado. ¡Hasta la próxima, chicos! Y buenas noches...

La familia feliz
Perfecto cadáver para el estudio anatómico