sábado, 23 de mayo de 2009

India y los sij (una religión)

Nada más salir del aeropuerto de Nueva Delhi, un tipo me quitó las maletas de la mano y las llevó hasta la furgoneta que nos esperaba para llevarnos al hotel. Por un momento pensé que me estaba dejando robar por aquél indio de baja estatura y tez morena como la pez. Al soltar las maletas me pidió una propina, yo sólo tenía bat, la moneda tailandesa. Me respondió con un gesto de cabeza oblicuo, el mismo que utilizan todos los indios para expresar afirmación, negación, aprobación o reproche.

Viajé a India con mi amigo Vithaya, un tailandés de origen indio. Pertenece a la próspera comunidad sij (una religión) de Bangkok. Lo conocí a través de un amigo común. Me propuso asistir a una boda entre un hindú y una chica sij en Nueva Delhi y no pude negarme. Visité el lugar más venerado por esta religión, el Templo de Oro en la ciudad de Amritsar, la capital del estado norteño de Punjab. Desde allí viajamos en tren hacia la capital india.

El comienzo del viaje, en el tren Nueva Delhi-Amritsar, fue toda una introducción a la idiosincrasia de este subcontinente asiático habitado por más de 1.000 millones de personas. Nuestros nombres no estaban en las listas de papel colgadas junto a los andenes donde vienen recogidos los detalles de los viajeros. Este sistema -sorprendentemente arcaico en el país de la informática- tiene el objetivo de evitar la reventa de billetes. Para superar un mal mayor, Vithaya recurrió a un mal menor. Compró dos billetes en la reventa. En el tren, sobornó al revisor (500 rupias o unos 10 dólares), quien se hizo el sueco ante mi billete: Ahmed, de 24 años.

Leyendo el periódico en el tren encontré un anuncio interesante, que decía: "La compra de billetes de reventa está castigado con hasta tres meses de cárcel y/o una multa de 500 bat". El mensaje advertía sobre los paquetes abandonados -pues puede tratarse de bombas- y terminaba: "Sirviendo a nuestros clientes con una sonrisa".

Como dicen en India: "La corrupción no es parte del sistema, la corrupción es el sistema".

Por la noche llegamos a Amritsar, una ciudad en pleno desarrollo, llena de obras, bulliciosa y polvorienta. El estado de Punjab es uno de los más ricos de India, donde la mayor parte de las zonas más prósperas se encuentran en su mayoría en el sur. La joya de Amritsar es el Templo de Oro, uno de los lugares santos más visitados del mundo. En el interior del edificio dorado, que da nombre el lugar y que está rodeado por un pequeño lago artificial, se encuentra el Gurdwara, el libro sagrado de los sij.

El origen del sijismo se encuentra en un personaje del siglo XVV, Gurú Nanak, un sabio religioso que predicó el entendimiento entre los musulmanes y los hindúes. Sin embargo, la religión se constituyó oficialmente después de su muerte. Los sij creen en un solo dios y pregonan la tolerancia entre las religiones ("hay muchos caminos para llegar a Dios. Sé fiel a tus mandamientos"). Gurú Nanak se oponía tanto al dogmatismo islámico como al sistema de castas de los hindúes. También pregonan la humildad y el servcio al prójimo.

Los sij masculinos son perfectamente reconocibles por los turbantes y las largas barbas, que suelen recogerse con una gomilla. Algunos, cada vez menos, llevan el Kirpan, una daba ceremonial que sólo pueden desenfundar para defenderse y nunca para atacar.


Su religión les prohíbe beber alcohol, aunque no son estrictos en este sentido y algunos de sus miembros beben abiertamente. Algunos son vegetarianos. La entrada a sus templos es abierta a todos, sin importar edad, sexo o religión. Sólo exigen que te cubras los cabellos con un pañuelo que ellos mismos ofrecen a los visitantes. Los creyentes se sientan en el suelo y meditan, mientras que músicos tocan sin parar frente al libro sagrado. Me cautivó especialmente el sonido de los timbales y el canto, en el que reconocí un lejano eco del canje jondo andaluz.

Aunque predican la paz, los sij han sido grandes guerreros durante la Edad Media y bajo el mandato de los británicos en India. Sus hazañas bélicas contra los musulmanes del Imperio Mogol vienen recogidas en sus anales históricos. Durante la primera y segunda guerras mundiales, destacaron por su coraje y valentía como soldados en las filas del Ejército inglés. También han sido objeto de despiadadas persecuciones por los musulmanes, británicos e indios. En 1984, las autoridades indias causaron una masacre en el Templo de Oro para acabar con las reivindicaciones independentistas de este pueblo. La primera ministra, Indira Gandhi, fue entonces asesinada por dos de sus escoltas sij como venganza.

Los sij son una de las comunidades más prósperas tanto en India como en la diáspora. Yo pude comprobar las artes negociadoras de Vithaya. Su austeridad en el gasto contrasta con el Toyota de lujo que nos recogió en el aeropuerto de Bangkok a la vuelta. El recién reelegido primer ministro, Manmohan Singh, es el primer sij en ocupar el cargo desde que India se independizó en 1947. Como ministro de Economía en 1991, Singh introdujo las reformas que abrieron la economía india al capitalismo. Desde entonces el país ha crecido entre un 7 y un 8 por ciento.

A partir de los atentados de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono, los creyentes sij sufren la discriminación de quienes los confunden con mahometanos. "Una vez un hombre de negocios de unos cuarenta años y vestido con traje se negó a subir en un avión al verme. Tuvieron que convencerle de que los sij no tenemos nada que ver", me contó Vithaya. En el vídeo podéis ver imágenes del Templo de Oro, de Amritsar y de la boda en Nueva Delhi. No os perdáis el baile. Estos sij también tienen marcha. Olé, olé.

Mi amigo Dani me dio una estupenda idea para colgar más fácilmente los vídeos. Primero los subo en Youtube y luego los añado a mi blog. Aquí va el vídeo:


2 comentarios:

David dijo...

Khun Gaspar, qué tal te va la vida? Así que te fuiste de paseo a la India? Ahora que te leo sobre la religión Sikh, recuerdo que en mi calle en Bangkok, Asoke o Sukhumvit 21, hay un lugar de culto de esta curiosa comunidad de "expats". Recuerdo una vez, me detuve a comprarles unos mangos en un puesto que tenían a la entrada y vi que estaban decorando todo con adornos festivos. Les pregunté que celebraban y la respuesta me dejó atónito: -"Un semi-Dios viene de visita ésta tarde procedente de la India. Si quieres puedes venir,estás invitado a nuestra fiesta".

Gaspar Canela dijo...

jaja, buena la historia. Qué pena que no la hubiese encontrado antes. Un abrazo