jueves, 28 de mayo de 2009

El dios Shiva, mi guía en el templo

Vacas hocicando entre la basura, niños desharrapados y asalvajados por la pobreza, polvo y un calor tórrido que te deshidrata antes de terminar la botella de agua. Éstas fueron mis primeras impresiones en India. Sobre todo el calor. Seco. Tan extremo que los agostos sevillanos parecen suaves calenturas primaverales. Ahora entiendo por qué todo el mundo me recomendaba viajar en cualquier época del año menos en verano. Conforme avanzaban las horas, las bellezas de este país se me presentaban como flores exóticas entre la inextricable maleza de una jungla. Muchachas de rostro fino, piel trigueña, cabellos largos de color azabache y piel de terciopelo. ¡Qué bello son sus saris de colores vivos! La música de las borlas metálicas en sus faldas y los coquetos pendientes en la nariz. País de contrastes. La elegancia sofisticada de las hindúes, frente a la pinta discotequera de aldea de ellos. Pantalones ajustados de campana y camisas de colores chillones que reverberaban al medio día. Los templos indios reflejan la exquisitez de una civilización milenaria, la hindú, que ha sobrevivido cuatro mil años. Otras, como la azteca, la romana o la persa se extinguieron. Para mí la magia de India es mirar a la cara de un hindú y ver la imagen viva de una cultura que se remonta al segundo milenio AC. Sin embargo, su adaptación a la modernidad no ha resultado fácil. En la mayor democracia del mundo, las castas todavía juegan un papel importante en las zonas rurales, que representa al 80 por ciento de India. Los dalit, también conocidos como intocables, ni siquiera son reconocidos como casta. En algunos lugares les siguen negando la entrada a los templos. Estos marginados sociales reciben el desprecio de las castas superiores, a pesar de que el Gobierno reserva para ellos un cupo de puestos en las universidades y en la Administración (en algunos estados supera el 60 por ciento). Algunos dalit han formado partidos políticos. Se aprovechan así de la única ventaja que tienen sobre los demás: su superioridad numérica. La palabra "paria" proviene de un subgrupo de los dalit. En las grandes ciudades como Delhi o Bombay, los intocables pueden vivir en el anonimato, libres de prejuicios -y perjuicios- sociales. En la parte antigua Nueva Delhi, visité un templo dedicado al dios Shiva. Shiva (destrucción) forma parte del Trimurti junto con Brahma (creación) y Vishnu (conservación). En contra de los que comúnmente se piensa, los hindúes creen en una última y única fuente divina: Brahman (no confundir con Brahma). Todos los demás dioses son manifestaciones de esta deidad absoluta cuyo nombre significa "expansión" en sánscrito. Un sacerdote o brahmana (la casta superior), vestido con una túnica blanca y con un punto rojo sobre la frente, custodiaba la imagen de Shiva, flaqueada por Parvati, su esposa. Lo creyentes se rociaban agua por la cabeza y recibían la bendición del sacerdote, además de flores y dulce de azúcar. A cambio de una donación, los hindúes imploran la protección y la sabiduría de este dios. Los atributos de Shiva son el tridente, la cobra, la piel de tigre y la luna bajo su tercer ojo. Su medio de transporte es el toro Nandi. Una joven hindú, vestida con un sari azul y de misteriosa mirada, se ofreció a ser mi guía. Al principio, vacilé al pensar que quería cobrarme por ese servicio. Sin dudarlo, me agarró del brazo y me fue explicando todos los dioses del templo. Unas figuras eran esbeltas, otras parecían amenazantes. Los que daban mas miedo eran dos muñecos -literalmente lo parecían- en los que resaltaban unos ojos grandes y blancos que contrastaban con su piel oscura. Sus cuerpos apenas de adivinaban entre una montaña de flores. Cada dios contaba con su sacerdote, desempeñando su tarea de manera más bien indolente. No me quedé muy bien con la mayoría de los nombres. La nomenclatura hindú es inmensa. Tampoco entendía del todo el inglés de mi improvisada guía. Pero al llegar a Shiva, sus palabras resonaron claras: "Shiva es mi hermano, mi dios. Hoy está hablando a través de mi. Shiva te ha guiado por su templo".




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