miércoles, 3 de diciembre de 2008

Tailandia, entre las mareas amarilla y roja


Manifestantes antigubernamentales cerca de la sede del Gobierno

BAngkok, 3 de diciembre de 2008.



Tailandia se ha librado de las manifestaciones amarillas de los antigubernamentales, pero ahora quedan los que, vestidos con el color rojo, reivindican la legitimidad del Ejecutivo inhabilitado por el Tribunal Constitucional.
En las últimas 48 horas, los seguidores de la Alianza del Pueblo para la Democracia (APD) han desalojado la sede del Gobierno, que ocuparon el pasado agosto, y los dos aeropuertos de Bangkok, cerrados desde la semana pasada.
Los cerca de 300.000 turistas afectados recibieron con júbilo la inesperada noticia.
El fin de las protestas se produjo horas después de que el Constitucional disolviera a tres partidos de la coalición del Gobierno e inhabilitara por cinco años al primer ministro, Somchai Wongsawat, y a otros miembros de su Gabinete por haber cometido fraude electoral en los pasados comicios de diciembre de 2007.
Sin embargo, los líderes de la APD, que utiliza el color amarillo como seña de identidad, han amenazado con volver a tomar los aeródromos de la capital si el próximo Ejecutivo vuelve a estar representado por otros políticos de la coalición, a la que acusan de corrupción.
El fallo judicial cayó como un jarro de agua fría sobre los seguidores del Ejecutivo, quienes ataviados con camisetas rojas se concentraron en la sede judicial para protestar contra el Constitucional. Al medio día, se trasladaron a la explanada frente la sede de la Gobernación de Bangkok, donde han montado un escenario.
Esta mañana sólo quedaban unos pocos que, tras pasar toda la noche a la intemperie, mostraban una mezcla de cansancio y de determinación por luchar por lo que consideran una causa justa.
Los manifestantes, que se hacen llamar la Alianza Democrática contra la Dictadura (ADD), indicaron que esta tarde volverán a reunir a miles de personas para expresar su respaldo al Ejecutivo.
"Estamos aquí para defender a la democracia contra un grupo, el APD, que pretende derrocar a un Gobierno que cuenta con el apoyo mayoritario de la sociedad tailandesa", me explicó Pisit Dabsomdej, un profesor jubilado de 63 años.
"Ellos cuentan con el favor de la elite, del estamento militar y de los jueces, por eso han conseguido que la Justicia derroque en unos pocos meses a dos jefes del Gobierno y que el Ejército no impidiera la ocupación de los aeropuertos", lamentó.
El Tribunal Constitucional también provocó en septiembre la caída del ex primer ministro Samak Sundaravej, acusado de incompatibilidad por trabajar en un programa culinario siendo jefe del Ejecutivo.
Un simpatizante de la ADD, que prefirió permanecer en el anonimato, sugirió que los activistas antigubernamentales también cuentan con el respaldo de las familias cercanas a la monarquía.
"Se sienten amenazadas por la nueva elite económica representada en el Gobierno, que son los mismos políticos que derrocó un golpe de Estado hace dos años", subrayó.
Wongsawat y Sundaravej, igual que hicieran sus aliados antes del golpe militar, se ganaron el favor de la población rural, la más empobrecida y la mayoritaria del país, mediante políticas de acceso casi universal a la sanidad y la concesión de préstamos a bajo interés.
Sin embargo, los partidos del Ejecutivo también se han visto salpicados por casos de corrupción y fraude electoral y la Alianza antigubernamental los acusa de ser unos títeres del ex primer ministro Thaksin Shinawatra, depuesto en el golpe militar de 2006 y condenado a dos años de cárcel por un tribunal tailandés.
Shinawatra, que se encuentra exiliado en Dubai, ha advertido de que el antagonismo en la sociedad tailandesa puede degenerar en un baño de sangre.
La solución de la APD, por su parte, es limitar el sistema electoral, ya que consideran que la mayoría rural no está formada para ejercer este derecho democrático y es susceptible de la compra de votos.
En este momento, solamente el venerado rey, Bhumibol Adulyadej, cuenta con la autoridad suficiente para acabar con una crisis que ha dividido profundamente a Tailandia y que no ha culminado, como muchos vaticinaban, con una nueva asonada militar.

Los atentados con explosivos, las cargas policiales y las trifulcas entre los grupos rivales han causado media docena de muertos y cientos de heridos.
"A diferencia de otros momentos en nuestra historia, ahora el problema consiste en que las tensiones políticas enfrentan a grupos civiles entre sí y no contra el Gobierno o el Ejército", sentenció una periodista tailandesa.

Ambos grupos representan a dos caras de la misma sociedad y utilizan parecida parafernalia.
Mientras que la APD agita manoplas en forma de mano, las de la UDD son pies. Por lo demás, las manifestaciones de ambos ofrecen el mismo panorama: mítines políticos amenizados con música en directo, a cuyos sones bailan mayores y niños.
Y sabrosa comida tailandesa y masajes para mimar a los manifestantes. Alea jacta est!



Manifestantes seguidores del Gobierno tailandés en la sede judicial

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