martes, 29 de abril de 2008

Paypal y Skype: cómplices de fraude

¿Cuánto tiempo se tarda en robar 90 euros? Unos pocos segundos. ¿Y el secreto para que el problema no se resuelva? Que los ineptos del servicio de atención al cliente de la operadora de telecomunicaciones Skype, del sistema de pago por internet Paypal y del mayor banco de España, Santander Central Hispano, se hagan cargo del asunto.

La historia comenzó cuando me di cuenta de que mi cuenta en Skype, la operadora para hacer llamadas por internet, tenía un saldo de 90 euros que yo no había solicitado. Cuando les comenté mi problema a los de "atención al cliente", éstos me dijeron que el problema estaba en el servicio de pago Paypal. A los pocos días, los de Paypal devolvieron a pasar la pelota a Skype y vuelta a empezar.

Tras un largo intercambio de correos electrónicos, ambas compañías accedieron ainvestigar el fraude. Esto deben haberlo aprendido de los políticos, que arreglan todos los entuertos con una comisión de investigación.

reuters



Al no fiarme de Paypal, fui a darme de baja en Paypal, pero me advirtieron de que todos los datos se borrarían y, por tanto, no podría reclamar mi dinero.

Y mientras los esmerados empleados de ambas compañías realizaban sus pesquisas, ¡voilá!, me volvieron a cargar fraudulentamente otros 90 euros. Al menos, esta vez conseguí que rechazaran la operación y me devolvieran el dinero. Sin embargo, sobre los otros 90 euros, nada de nada. Esto fue lo que me respondió un tal Carlos, del servicio al cliente de Skype:

"Skype no puede reembolsar el dinero que haya podido perder debido a este incidente. Cada usuario debe cuidar de la seguridad de su sistema".

Y me dio un montón de consejos sobre informática. Gracias, Carlos. Sólo te digo que si alguien suplantó mi identidad, no fue porque yo difundiera mis datos en internet. Jamás he revelado mis contraseñas y cuentas a través de un correo electrónico, sea original o fraudulento.

En Paypal, para hacerlo más impersonal, los mensajes no venía ni firmados y las respuestas parecían sospechosamente sacadas de una plantilla:

"Estimado(a): Gaspar Ruiz-Canela,

Tras una exhaustiva investigación de la transacción (o transacciones) que ha enviado, el equipo antifraude de PayPal ha determinado que no hay pruebas suficientes que apoyen su reclamación.
Como consecuencia, hemos rechazado la reclamación de uso de cuenta no autorizado. Si desea recibir una copia de la documentación que se utilizó durante nuestra investigación, envíe una carta por correo a:

PayPal, Inc.
A/A: Recurso de acceso a cuenta no autorizado
P.O. Box 45950
Omaha, NE 68145

En su carta, incluya su nombre, la dirección de correo electrónico de su cuenta PayPal y la fecha en que cursó la reclamación de acceso a cuenta no autorizado.

Atentamente,
PayPal

No responda a este correo electrónico. Este buzón no se supervisa y no recibirá respuesta. Si necesita ayuda, inicie sesión en su cuenta PayPal y pulse el vínculo Ayuda ubicado en la esquina superior derecha de cualquier página de PayPal. Si la consulta es relativa a una reclamación, inicie sesión en su cuenta PayPal y diríjase al Centro de resoluciones."

¡Sí, señor, así es como se trata a un cliente! ¿Qué haría yo sin Paypal y Skype?

Para más inri, ahora he descubierto que Paypal tiene el deber de devolver un pago si la reclamación se realiza antes de cumplidos 30 días desde que ser realiza la transacción. Yo estaba dentro del plazo, pero parece que se les "olvidó" este detalle. Para mí, esto los convierte en cómplices del fraude.

Mi siguiente paso fue acudir al banco de mi tarjeta de crédito, que por cierto tuve que cancelar, el banco Santander. Una señorita me comentó por teléfono, de forma poco amable, que no podían cancelar los cargos a mi cuenta. Si alguien utiliza hoy el número de tu tarjeta y carga 90, 900 o 9.000 euros sin tu consentimiento, el Santander no puede hacer nada...

Vivo en Manila y por nada del mundo me voy a meter en un litigio legal internacional con estas tres compañías por 90 euros. Sin embargo, no me niego el gusto de denunciar su complicidad en este fraude. Imaginad los miles de euros que deben ganar al mes con unos cuantos de casos como el mío (y tengo constancia de que los hay). Está visto que tener 
una partida de inútiles e incompetentes en atención al cliente también 
puede resultar lucrativo.


viernes, 25 de abril de 2008

El timo del dentista

Un dólar: 42 pesos filipinos
Un euro: 66 pesos filipinos, al cambio de hoy.

La peor tortura de todas debe ser la dental. Nunca he sentido un dolor tan agudo y tanto miedo a un bisturí -o como se llame la herramienta que utilizan-. Y por si no fuera poco, también me intentó timar una dentista desaprensiva en el centro pijo de Manila.




Encontré su consulta de casualidad, al pasar cerca del centro comercial de Greenbelt, en Makati, y le pedí cita para que me examinase la dentadura. Hablaba mucho la cotorra y preguntaba más todavía. Parecía más interesada en mi vida personal que en mis dientes. Finalmente, indagó en mi cavidad vocal y me reveló las tarifas de las distintos servicios.

Consulta: 500 pesos
Examen de rayos X: 1.000 pesos
Limpieza dental: 2.300 a 5.000 pesos
Empaste: 2.500 pesos por caries
Extracción de la muela del juicio: 25.00 pesos

Me parecieron excesivos la retribuciones de la dentista, sobre todo teniendo en cuenta que el sueldo mínimo en Filipinas es oficialmente de 7.000 pesos mensuales, y muchos no llegan ni a eso. Pregunté a mis compañeros de trabajo por otras clínicas dentales y fui preguntando por precios:

Consulta: gratis
Examen de rayos X: 1.000 pesos
Limpieza dental: 500 pesos
Empaste: 800 pesos por caries
Extracción de la muela del juicio: entre 2.500 y 8.000 pesos

La consulta de Greenbelt tenía unos precios desorbitados. ¡El timo llegaba al extremo de inflar las tarifas un 10.000 por ciento! Aunque ofrecía la misma tarifa para el examen de rayos X, el truco estaba en que no eran ni rayos ni X, sino que sólo usaba una cámara de vídeo, por la cual lo otros dentistas no te cobran.
Fue un alivio acudir a un dentista honesto que sólo me cobró 5.000 pesos por la extracción de mis dos muelas del juicio inferiores. Aunque mi gozo en un pozo cuando comenzó la operación. Sudé, temblé y hasta imploré mentalmente para que todo acabara pronto. Para mí es un valiente quien afronta los embistes de un dentista a la muela, a la que fuerza, corta y machaca hasta sacar de raíz.
En dos días distintos, empleó dos horas para extraer cada muela. "Tienes las muelas mutantes, y se resisten mucho en salir", me dijo. Nunca olvidaré la sangre y el sonido de la minisierra en mi boca. Como recuerdo, dos semanas de dolor agudo en cada lateral de mi mandíbula.


martes, 15 de abril de 2008

La rebelión de los "Tupperware"

Mi amiga Chon Sheau Ching o "Chin Chin", en su apelativo familiar, ha ayudado a miles de mujeres a encontrar trabajo a través de Internet en su red virtual eHomemakers. Ahora la llaman "emprendedora digital" y la invitan a dar conferencias, pero no siempre fue así.

En muy poco tiempo, pasó de tener una brillante carrera en distintas organizaciones internacionales como la UNESCO o la ONU a verse en la soledad de un hogar roto en Kuala Lumpur, Malasia. A mitad de los años noventa, su marido la abandonó y se quedó sola con un bebé recién nacido. Primero la había engañado con su mejor amiga



Foto: thewomenssummit.com



Por su trabajo de diplomática en las Naciones Unidas, viajó a Irán y a Egipto, donde aprendió sobre la situación, o la "opresión", de la mujer en algunos países musulmanes. Se enamoró de un profesor de universidad estadounidense y pronto se quedó embarazada. Un día, el marido se libró de un atentado en El Cairo por unos minutos. Temiendo por el futuro del bebé, decidieron establecerse en un lugar más seguro como Kuala Lumpur.

Chin Chin, malasia de origen chino, es menudita de tamaño y con cara risueña. Al poco de hablar con ella, uno ve la fuerza de su carácter y su inagotable inquietud. Pero lo que más me llamó la atención fue su generosidad desprendida, más allá de toda religión y origen cultural.

Al nacer su hija, Chin Chin tomó una decisión arriesgada y poco común, abandonó su carrera en la ONU para cuidar a su hija. Mientras el marido impartía clases en la Universidad, ella criaba a la niña y colaboraba con periódicos y revistas como "freelance".

Ahora contaré un episodio de su historia común en las telenovelas y en la vida real. La típica amiga desolada porque su novio la ha dejado. Chin Chin, con una gestación avanzada, no puede hacer mucho. Y se le ocurre pedir a su marido que salga con aquella para consolarla. Y de la barra del bar a la cama. Del consuelo al adulterio.

"Lloré mucho, pero tenía que salir adelante por mi hija, y me puse a trabajar para sacar adelante mi casa", me dijo Chin Chin.

Su familia y amigos se volcaron en ella y un poco más y la ahogan. Algún pariente desgraciado le insinuó que no se había cuidado el aspecto (¡recién embarazada!) y que igual por eso su marido la había engañado.

Tras la separación, Chin Chin asistió a numerosas entrevistas de trabajo en organismos internacionales y empresas multinacionales.

"Todos me preguntaban qué era lo más importante para mí. Yo les decía que mi familia y mi hija. Sabía que la respuesta correcta era hablar de mis ambiciones profesionales. Llegué a discutir con un directivo, a quien le dije que las personas son más importantes que la cuenta de resultados".

Las entrevistas no fueron bien, no se entendía con aquellas personas de traje oscuro y ambiciones afiladas. Eran los finales de los noventa, y las grandes corporaciones, como hoy día, buscaban tiburones. Y Chin Chin era más bien un delfín.

Mi amiga se rebeló y decidió seguir con su trabajo como "freelance" para poder cuidar de su hija. "No quería que un extraño educara a mi hija".

Sus amigas de cuando trabajaba en la ONU y algunos familiares no la entendieron. Primero, pensaron que tenía depresión por haber sido abandonada. Después, la dieron por perdida, loca y despechada.

"Me puse a trabajar. Un día escribí en el 'Star', el periódico en inglés de mayor tirada en Malasia, un artículo sobre las amas de casa. Hablé de las oportunidades que nos brindaba Internet para comunicarnos y hacer negocios. Tras el artículo, recibí más de 40 correos electrónicos".

Con un máster en Económicas por una Universidad norteamericana, Chin Chin puso todo su talento a crear una comunidad virtual. Comenzó con charlas para enseñar a amas de casa (y también hombres) a utilizar las nuevas tecnologías. Fue la revolución del "Tupperware" en Malasia. Amas de casa ya no iban a reuniones para escuchar hablar de recipientes de plásticos o batidoras inteligentes, sino a estudiar Internet como un campo para desarrollar sus economías.

Todas estas conferencias fueron reunidas en un libro titulado "Trabajando desde casa: una guía para mujeres trabajadoras y 'homemakers'", escrito por Chin Chin.
Al principio, trató de buscar patrocinadores y lo único que recibía era sonrisas y caras de escepticismo. "Las empresas nos veían como una causa perdida y una pérdida de dinero sin fondo".

En 2003 y sólo cuatro años después de su creación, www.ehomemakers.net, reunía a una comunidad de miles de madres y mujeres trabajadoras (sin olvidar el creciente público masculino) y pasó de ser un grupo de voluntariado a una "empresa social de emprendedores".

Tras casi una década, Ching es considerada hoy una "pionera digital" por organizaciones de ayuda al desarrollo y pronuncia conferencias en eventos internacionales. Es ejemplo y fuente de inspiración para muchos emprendedores de todo el mundo.

"Las organizaciones internacionales destinan mucho dinero al desarrollo. Pero lo importante no es cuánto, sino que la idea funcione". "eHomemakers" ha creado una red que sostiene a miles de familias. Son mujeres solteras o con personas mayores o enfermas a su cargo que ganan un sueldo, trabajando desde casa gracias a Internet. Realizan desde traducciones, venden cestas, comida e incluso dan consejo legal.
Chin Chin ha recibido numerosos reconocimientos de instituciones internacionales como la Asociación de Conocimiento Global (GKP), en el que colaboran cientos gobiernos, instituciones y ONG de todo el mundo.

Chin Chin se mueve con tanta naturalidad en el salón de su casa, que también utiliza como centro de operaciones de su red virtual, como en los eventos internacionales patrocinados por la UNESCO o la ONU. La satisfacción que emana le viene de haber ayudado a tantas personas, de vivir para auxiliar y no para pedir nada acambio. Sin embargo, todavía asoma una sombra en su mirada, como cuando recuerda los difíciles inicios y la incomprensión precisamente de las personas cercanas.

"Dice el Dalai Lama que, a veces, las cosa que no queremos que pasen en la vida son una bendición. Yo me quedé sola. Pero he luchado por sacar a mi hija y para ser independiente. Me enfrenté a muchas incomprensiones, pero ahora 
me llaman emprendedora digital.  No hubiera llegado aquí si mi marido no me hubiera dejado hace tantos".

Tupperware es una marca de recipientes plástico para poder transportar comida herméticamente que se ha convertido, por antonomasia, en un nombre genérico para designar este tipo de recipientes. También se le llama tartera. (Wikipedia)

viernes, 11 de abril de 2008

Hombre ciego tocando el banyo


INSTANTES

"Si pudiera vivir nuevamente mi vida. En la próxima trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. Sería menos higiénico. Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos. Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios. Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría. Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos. Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora. Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano. Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño. Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante. Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo".
Texto de Nadine Stair -traducido por Jorge Luis Borges-

Mi buen amigo Jorge (no Borges, sin otro) me envió este texto en un momento en el que me sentía de capa caída y me daba vértigo salir de mi castillo de diamante. El mundo ofrece tantas posibilidades hoy día que causa pavor. Y mientras la enriquecida clase media nos quejarnos del vacío que nos crea la abundancia, los que nada tienen no tienen voz. La foto de abajo es de un señor ciego que tocaba el banyo en una calle de Intramuros, el barrio antiguo de Manila.


Gaspar

jueves, 3 de abril de 2008

Playboy no enseña tetas en Filipinas

La revista Playboy no se ha atrevido con la Iglesia Católica en Filipinas. Ayer tuvo lugar la presentación del número cero de la versión filipina, en la que las modelos ya no enseñarán los pechos ni otras partes púdicas. Las fotos de la revista serán como esos desnudos artísticos que dejan lo evidente para la imaginación. Vamos, que será apta para todos los públicos.

Fuente: Playboy


Primera portada de Playboy Filipinas

La presentación fue un desfilar de mujeres bellas, frívolas y algo vanidosas embutidas en ligeros vestidos que contorneaban sus curvas de escándalo. No faltaron las conejitas, de piernas fascinantes y pechos altivos. Tanta beldad colisionaba con los viejos y estropeados rostros de los patrocinadores que, con copas de brandy y puros filipinos, lanzaban sus redes a las atractivas camareras y azafatas. Y eso que la fiesta aún no había comenzado.
Los camareros iban y venían con bandejas llenas de bebidas alcohólicas. Como no tenían zumo, me tuve que conformar con un vaso de agua porque no tenía ganas de beber etílico. Todo el mundo parecía inquieto, ocupado y satisfecho al mismo tiempo por el importante evento.
Me tuve que ir antes de que comenzara la fiesta porque tenía que trabajar, pero imagino cómo prosiguió la cosa. Champagne, brandy, ron y coca-cola, sonrisas forzadas, cuellos tiesos y caderas suntuosas. Más de la mitad no triunfaron y sólo se llevaron la borrachera a la cama.
Hoy no he resistido la tentación y he volado a comprar la revista. Me llevé la decepción, anunciada, de ver a la brasileña Priscilla Mireilles con el busto oculto. Ojeé ávidamente el interior de las páginas y nada de nada. El artículos sobre los coches del 2008 era ridículo. Y ninguna tía en bolas. ¡Si levantara la cabeza el fundador de Playboy!

Fuente: Playboy


Patricia Mireilles y conejitas de Playboy con la primera edición filipina de la revista

La Iglesia Católica ha tachado la publicación de inmoral y dice que refleja el "declive" de valores de la juventud filipina. Yo sólo puedo decir que me parece coherente por su parte. Lo que repudio es la censura a que se ha sometido la revista. Alguien dirá que la sociedad así lo quiere. Pero resulta que yo pregunté al azar a cuatro personas en la calle y tres de ellos me dijeron que la revista no debería ser fiel a su espíritu y mostrar desnudos integrales.
Mi jefe me contó que seguramente las propias actrices y cantantes filipinas sean demasiado recatadas para salir a en la revista estadounidense. En este primer número han sacado a una brasileña en portada. Veremos qué hacen en el próximo número.
El editor de la Playboy Filipinas, Beting Laygo Dolor, dijo que se considera católico y que tiene la conciencia tranquila. El veterano periodista se ha cuidado de levantar ampolla sy ha lanzado una revista muy bajada de tono.
Playboy, fundada en Estados Unidos hace cincuenta años, provocó un revuelo en Indonesia, donde las protestas obligaron a la editorial abandonar sus oficinas en Yakarta y trasladarse a la isla de Bali, donde parece que son más tolerantes.

martes, 1 de abril de 2008

Esto no es un cuento

Llegué a Kuala Lumpur en mayo del 2007.  A la semana, viví una experiencia curiosa:

Volvía al hotel a eso de la una de la tarde cuando un tipo me hizo una señal. En Kuala Lumpur es muy común que alguien te llame con un movimiento de cabeza o en voz baja para ofrecer servicios de 'masaje', llevarte a algún sitio en taxi o para venderte un Rolex falso. Generalmente no les presto atención, pero esta vez me paré a ver que querían. Eran dos, un hombre en sus cuarenta y Mohamad, un tipo malayo y musulmán no practicante de 27 años,  mi misma edad.

Me encontraba en pleno corazón de Kuala Lumpur, Bukit Bintang, donde se encuentran las principales empresas, restaurantes y turistas de la ciudad.

El hombre mayor, al acercarme, me pregunto en inglés.

-¿Conoces a alguien en KL?
-Sí- le conteste.
-¿A alguien de Malasia?- insistió.
-Conozco a españoles y a un chino.
-Pues ya tienes un amigo malayo- y se giro hacia Mohamad, su sobrino.

Mohamad me contó que una prima suya quería viajar a España y me pidió un momento para preguntarme sobre mi país. Entramos en el Kentucky Fried Chicken justo en la esquina en la que nos habíamos encontrado y me invitó a una Coca-Cola. Bueno, yo tuve que poner 34 céntimos que faltaban para completar los 4,34 ríngit.

Mi nuevo e inesperado amigo me preguntaba en buen inglés (aquí hasta los pinches y los barrenderos lo hablan) sobre España y las posibilidades de trabajar allí. Antes de que me hubiera bebido la mitad de la bebida, Mohamad me dijo que tenia que volver al trabajo. Insistió en invitarme por la tarde a su casa para conocer a su prima y al resto de su familia. Allí podríamos hablar largamente. Al principio le di largas y me excusé diciendo que tenia que escribir un informe y que podíamos vernos otro día. Le había dicho que yo estaba en KL con la intención de trabajar de relaciones públicas para una empresa española afincada en Manila. La idea de visitar un hogar malayo me sedujo y acepté la invitación. Nos cambiamos los numeros de móvil y quedamos a las 5 en el mismo lugar.

                                                                                                                                                                                                                                                     Autor: Teagal


Bukit Bintang, el barrio más animado de Kuala Lumpur

A la hora acordada, Mohamad estaba acompañado esta vez por otra prima, Anna, que no era la que quería viajar a España. Tomamos un taxi que nos llevo hasta las afueras de la ciudad o incluso fuera de sus límites. Llegamos a un barrio de casas unifamiliares humildes pero decentes de dos plantas. Todas tenían un pequeño jardín frontal, al estilo inglés. Entramos y en un salón de mobiliario escaso pero confortable donde nos recibió su tío (otro tío, no el que me encontré en el KFC) y su tía, la famosa prima (era guapa) y un chaval de no mas de 8 años. Me ofrecieron un te y me senté con el tío.

Al cabo de dos o tres frases, me espetó:

-Quiero que vengas a visitarme a mi trabajo, en el casino. Está en Genting Higlands, en la montaña. Hace muy buen fresquito allí arriba.
-De acuerdo, iré.
-¿Sabes jugar?
-No, no me gusta jugar a las cartas.
-¿Por que?
-Simplemente, no me divierte.
-Yo puedo explicarte una forma de ganar cien por cien seguro. Te puedo enseñar.
-De acuerdo- respondí, temiendo una aburrida sesión de trucos de magia o algo parecido.

El tío me acompañó junto con Anna a una habitación en la segunda planta. Sacó una baraja de cartas y fichas. Me enseño las reglas elementales del blackjack, un juego en el que gana quien consigue o se acerca más a 21 puntos. Estábamos en el proceso de como barajar, los puntos y eso, cuando el "tito" de Mohamad me reveló su secreto. Voila! El truco infalible era que él, que era el "croupier", me "soplaría" las cartas. Primero me mostraba disimuladamente la primera de la baraja antes de repartir las cartas y luego, con los dedos de la mano, me indicaba el valor de la que queda boca abajo en la mesa.
También había señales para mí. Si me frotaba la frente, quería decir que quería saber el valor de la carta de la baraja; y si me frotaba la barbilla, la de la mesa.

-Ayer vino a mi casa jugar al backgammon un hombre de negocios de Brunei -comenzó a relatar el "tito croupier" de Mohamad-. Ganó 30.000 ríngit. Es una persona muy tacaña. Durante el juego, la bebida y la comida fueron gratis, pero tras ganar tanto dinero sólo me dio 50 ríngit (casi siete euros). Es una persona muy rica y muy avariciosa. Por eso quiero darle una lección, esta vez jugando a las cartas. Ella -señalo a la prima- hará de tu novia.

A todo esto, con la prima sentada a mi lado y el tío este contándome la película, aparece un tipo de piel oscura y menudo con cara de tortuga. Vestía una ridícula camisa de flores, que le quedaba holgada, y tanto el anillo que llevaba como las gafas eran de oro (o doradas) y con piedras preciosas incrustadas más falsas que un moneda de tres euros. Sin darme tiempo a decir nada, empezamos a jugar. Yo partía con 200 dólares que me había regalado la banca. El otro sacó un fajo enorme de billetes. Se dirigía a mí de una forma exquisita, a veces hasta servicial.

El truco era que solo íbamos a jugar 10 minutos, porque el tío de Muhamad afirmó que tenia que ir al hospital. Así todo seria rápido y limpio.

Como no podía ser de otra manera, con los trucos que habíamos ensayado, empecé a desvalijar al hombrecillo de Brunei. Éste se fue calentando y comenzó a apostar uno, dos, tres y hasta veinte mil dólares. El "croupier" me hacia señas y yo aceptaba el envite. Vacilaba entre el miedo y la hilaridad ante la situación surrealista. Jugando al blackjack en el dormitorio de una humilde casa de Kuala Lumpur. 'Limpiando' a un tipo que no conocía, como tampoco tenia idea de quien era mi cómplice.

El hombrecillo de Brunei, en la ultima jugada (que yo sabia ganada de antemano), se dirigió a mi:

-No dudo de tu honradez y de tu capacidad financiera, pero me estoy jugando mucho dinero y me gustaría ver alguna prueba de que tienes dinero.
-Claro que tengo dinero, soy español y estoy haciendo negocios aquí.
-Sí, sí. Somos caballeros -me estrechó su mano-, pero necesito alguna prueba.
-¿Tienes tarjeta de crédito o dinero encima?- me pregunto el tío de Mohamad al tiempo que guiñaba el ojo.
-No- respondí tajante.

El tito de Mohamad bajó y trajo un fajo de ríngit por valor de unos 5.000 dólares. Le preguntó al hombrecillo de Brunei si era suficiente para demostrar mi crédito y este reiteró que no. Llegamos a un acuerdo. Guardamos las cartas en unos sobres con nuestros nombres y quedamos en una hora para abrirlos. Para entonces yo debía presentar los 20.000 dólares que faltaban en mi apuesta o, en su defecto, joyas u oro.

Por alguna razón, antes de quedar con esta gente, metí mi cartera en la caja de seguridad del hotel y sólo lleve conmigo el pasaporte y 60 ríngit. Teníais que haber visto la cara de todos -hasta la del hombrecillo de Brunei- cuando enseñe lo que llevaba encima.

Cuando el hombrecillo salía, solté:

-Ah, sí. Igual tengo algo de oro en mi maleta.
-¿De verdad?- inquirió la prima con un brillo en los ojos.
-No, estoy bromeando.

Nos quedamos en la habitación el tío, la prima y yo. Él empezó a preguntarme si yo podía sacar dinero con mi tarjeta de crédito. Él decía que no podía por el límite que imponía el banco. Yo le dije que no tenía dinero, que esperaba que mi familia me enviase un cheque porque me había quedado sin fondos. Entonces me propuso que fuéramos a una joyería a sacar joyas con mi tarjeta para mostrárselas al hombrecillo de Brunei. Luego, por supuesto, las devolveríamos. Según él, mi parte sería 10.000 dólares.

Finalmente, la cosa se puso un poco tensa y le aseguré con firmeza que no iba a ir a ninguna joyería a sacar ninguna joya ni a utilizar mi tarjeta para nada. 'Ok', respondió malhumorado el tío y salimos con premura de la habitación. Abajo me esperaba Mohamad sentado en el sofá. Algo nervioso me dijo que la prima (la que iba a viajar a España) iba a retrasarse hasta las 9. Le dije que no podía esperar tanto. Se ofreció en llevarme en coche al centro de Kuala Lumpur. Se sentía 'responsable' por mi.

Un primo suyo, con la misma cara de malayo pero con coleta, era el chófer. Por un momento, vacilé y pensé en alejarme huir corriendo del lugar, ya que había salido de la casa sin tener nada que lamentar. Finalmente, subí al coche. Mohamad me contaba cosas triviales sobre España, sobre sus novias y su familia. Continuamente se limpiaba el sudor de la frente. Iba evidentemente nervioso. Antes de llegar a la ciudad, me dejaron a un lado de la calle y cogí un taxi. Me costo seis ríngit.

Esto no es un cuento. Pero no temáis, he aprendido la lección. Podía haber salido mal y, aunque hasta los malhechores malayos son un encanto comparados con los españoles, aquí soy un extranjero. Como me dijo el taxista, debo tener cuidado, no se puede ir a casa de cualquiera sin conocerlo bien. Él, al menos, devolvió bien el cambio.