jueves, 7 de octubre de 2010

El templo de los penes

Imagino la cara de mi madre si aparezco un día en mi casa con un pene de madera colgando del cuello. O peor, si empiezo a regalar a mis sobrinos y sobrinas figuritas fálicas. No entenderían que lo hago por su bien, por muy pervertido que parezca.
El alumbramiento de un bebé es recibido en muchos hogares de Tailandia, Birmania y Laos por una retahíla de piropos parecido a esto:
"¡Qué niño más feo! Tiene cara de sapo y ojos de lechuza beoda. Rápido, tápalo con una manta para que no espante a las gallinas. ¡Feísimo!"
Los karen, un grupo étnico originario de Birmania, pone nombres horribles a los bebés. Tan lúgubre recibimiento dispensado a los bebés tiene el objetivo de desanimar a los espíritus a los que responsabilizan de las amenazantes enfermedades que siegan la vida de los infantes.
En el caso de Camboya, les cuelgan la placenta para causar asco a los espectros de las madres de las criaturas en sus vidas pasadas que no están dispuestas a permitir una nueva reencarnación del que fuera su hijo.
Otra manera ingeniosa de engañar a los espíritus es colgar a los bebés un pene de madera para hacerlos pasar por adultos y ocultar su edad a los espíritus. Muchos de estos niños nunca se separan de su amuleto fálico y de adultos lo siguen llevando atado al cuello porque le atribuyen cualidades mágicas.
Para la mayoría de los occidentales, la imagen del pene despierta el apetito sexual o una sensación de repugnancia estética o moral y, excepto en los cines porno y en algunas galerías de arte, se oculta como algo vergonzoso. Pero en Asia las figuras de falos se exhiben como amuletos en los mercados e incluso en los templos.
En el centro de Bangkok (tras el hotel Nai Lert Park), un altar conocido como el "Templo de los Penes" acoge figuras fálicas de todos los tamaños y colores puestos allí como ofrendas para Tuptim, el "espíritu del granado" que vive en el árbol. Muchas parejas visitan el altar cuando para tener descendencia. Cuando lo consiguen, vuelven al lugar con un gran pene entre los brazos como ofrenda para el espíritu. Muchas parejas no dudan en elegir este acogedor rincón para celebrar San Valentín, aunque esta efeméride haya sido importada de Occidente como los vaqueros, el hip-hop o la comida basura. El altar, semejante a un criadero de penes, también es frecuentado por los maridos cuando enviudan. Dejan los juguetes fálicos para no ser atormentados por el espíritu de sus esposas, que tras largos años de matrimonio se resisten a abandonar a su amado en vida.

The Penis Temple

I can imagine my mother´s face if one day I show up in my hometown with a wooden penis hanging in a pendant around my neck. Even worst, if I start giving my nephews and nieces phallic toys as souvenirs. They would not understand I do it for their best, though it seems extremely pervert.
The birth of a new baby is welcome in many households in Thailand, Burma, Cambodia and Laos with more or less these compliments:
“¡Such an ugly baby! He looks like a toad with drunken, owl-like eyes. Quickly, cover him up with a blanket, so that he doesn´t scare the hens. ¡So ugly...!”
Karen people, an ethnic group from Burma, name newborn babies with horrendous names. Such a gloomy welcome to the infants seeks to discourage the spirits, blamed on the illnesses that threaten newborn babies. In the case of Cambodia, parents hold the placenta on the babies to scare away the spirits of their mothers in past lives, reluctant to let their former descendants live a new life.
Another ingenious way of cheating spirits is to hold a wooden penis in the babies' necks to make them look like adults. Many of these children will never abandon their phallic amulet, believed to have magical powers.
For most westerners, the image of a penis awakes sexual appetite or moral and aesthetic repulsion and, except in porn cinemas and art galleries, is concealed with shame. On the contrary, in Asia phallic figures are exhibited as amulets in markets and even in temples.
In the center of Bangkok (behind hotel Nai Lert Park), a shrine known as the “Penis Temple” shelters penises of all sizes and colors, left there as an offer for Tuptim, the “Pomegranate Spirit” that lives in the tree. Many couples visit the shrine to ask for a baby. When she gets pregnant, they go back to the place with a penis in their arms as a gift to the spirit. Some couples do not hesitate to choose this cozy corner as the place to celebrate San Valentine, though this love´s anniversary, like jeans, hip-hip and fast food, has been imported from the Western world. The temple, which looks like a penis breeding farm, is also frequented by widowed husbands. They leave the phallic toys, so they are not tormented by their wifes, who do not accept abandoning their beloved after so many years in marriage.
 

1 comentario:

Antonio dijo...

Un artículo que te hace sonreir y por qué no, plantearte las diferencias y similitudes