miércoles, 16 de septiembre de 2009

Birmania: voluntarios y misioneros en primera línea de guerra


Recién cumplidos los 19 años, M. decidió hacer un voluntariado, pero no uno cualquiera. Su trabajo consiste en asistir a las víctimas de la olvidada guerra de Birmania; no las que se encuentran en lejanos campos de refugiados sino en primera línea de fuego. Acosados por enfermedades tropicales, minas antipersona y soldados birmanos, los voluntarios de Free Burma Rangers (FBR) llevan medicinas y religión a las minorías étnicas de Birmania, también conocida como Myanmar.


"Fue mi padre quien me habló de este voluntariado. No sabía qué estudiar, así que me vine para realizar un trabajo que requiere coraje, conocimiento y amor. Llevamos medicinas y esperanza a las minorías étnicas que huyen de los ataques del Ejército Birmano", me contó M., que pronto cumplirá su décimo mes como voluntaria. M. es rubia, esbelta y de cristalinos ojos azules. La primera vez que la vi, la carne tersa y nívea de sus largas piernas captaron mi atención, sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo. Su belleza no quita un ápice a su fuerza física. Estos voluntarios entrenan duramente. En Birmania, tienen que atravesar intrincadas junglas y ríos por abruptas montañas. Caminan largas horas cargados con veinte kilos de medicinas, comida y otros materiales a la espalda para los desplazados.

Foto cedida por FBR

Madre e hijos se resguardan de la lluvia mientras se ocultan en la jungla del Ejército birmano

Casi la totalidad de los voluntarios de FBR pertenecen a algunos de los grupos étnicos arraigadas en la periferia de Birmania: shan, karenni, karen, arakan, lahu, pa'o etc. Durante los años 80 y 90, la junta militar firmó un acuerdo de alto el fuego con la mayoría. No quiere decir que no se produzcan escaramuzas eventuales. La guerrilla wa, y sectores de otras etnias, aprovecharon este cese de hostilidades para financiarse con el tráfico de opio y metaanfetaminas. Esto no ocurre tanto entre los karen, quienes llevan alzados en armas contra el Ejército desde 1948, más de una década antes de que el general Ne Win pronunciase un golpe de Estado contra la democracia birmana.


Alguno podría objetar que en los militares birmanos libran una guerra, no menos injusta o violenta que otra cualquiera. El problema es que la mayoría de las víctimas no se producen durante los combates. Los soldados birmanos suelen quemar las cosechas y las casas y, antes de irse, dejan el poblado plagado de minas antipersona. La violación sistemática es utilizada para aterrorizar a los locales. Muchos hombres son forzados a trabajar como porteadores y, ocasionalmente, se convierten en detectores humanos de minas.

Foto cedida por FBR

Sonrisa: ¿bendita ignorancia o esperanza?

Las misiones de FBR en el interior de la selva birmana duran entre uno y dos meses, en los que curan a las víctimas de disparos o enfermedades. Una de las labores más duras es amputar los miembros de quienes han pisado sobre una mina antipersona, una traicionera bomba que hiere o mata indiscriminadamente a 1.500 personas todos los años en Birmania. Pero la labor de estos voluntarios no ayudar desde el exterior, sino organizar grupos locales de médicos, profesores y misioneros. La religión -en este caso la cristiana protestante- es un factor relevante, si bien su ayuda va dirigida a cualquier persona, "sea cual sea su confesión".


La mayoría de los birmanos, incluidas las minorías étnicas, son budistas o animistas, pero los misioneros británicos -antiguos colonizadores- y norteamericanos consiguieron convertir en el siglo veinte a cientos de personas, sobre todo entre las etnias karen y shan. Recuerdo la descripción que hacía Mario Vargas Llosa de un misionero audaz que se aventuró en lejanas y salvajes tierras para ganar almas cristianas: "parecía uno de esos personajes faulkerianos de una sola idea, testarudez intrépida y alarmante heroísmo". Puedo afirmar que los voluntarios a los que yo conocí no me parecieron seres desaprensivos y obsesionados con la fe. En todo caso, lo justo para ayudar a víctimas olvidadas durante décadas. Su celo cristiano era un tanto abrumador, pero más adaptado al siglo XXI. Es decir, con mayor respeto por las culturas locales.

Foto cedida por FBR

Madre karen huye de los soldados birmanos con sus hijos a cuestas

El líder de FBR me contó que, en ocasiones, ha viajado con su familia a la selva birmana. "Si ellos viven allí con sus familias, yo también". Aunque tienen que vivir en improvisados campamentos, sorprende escuchar el grado de normalidad de los desplazados internos. "Tienen sus escuelas, iglesias, construyen casas, improvisan cosechas en la selva y hasta organizan fiestas con música". Incluso en un ambiente tan hostil, la sonrisa es casi imborrable en los rostros de las víctimas de la guerra birmana. FBR tiene instrucciones de evitar el Ejército, pero no de huir si las víctimas no pueden escapar con ellos.

La guerra de Birmania ha sido documentada en libros y artículos periodísticos en infinidad de ocasiones. Los periodistas en contacto con Birmania están hartos de escuchar historias de batallas. Pero la ignorancia es casi absoluta en el resto del mundo. Quizá algunos conozcan a la Nobel de la Paz y líder democrática, la birmana Aung San Suu Kyi. A ella se han referido primeros ministros y presidentes, pero las minorías étnicas no aparecen en los periódicos ni por un error informático.


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